La historia de los buenos modales: Parte I

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«El desayuno» de Pablo Salinas

Volviendo con los artículos de historia, les cuento que alrededor del universo de la moda siempre existió lo que llamamos ahora etiqueta y buenos modales, sobre todo en lo concerniente a cómo preparar la mesa para una cena importante, de negocios o familiar. Ó cómo se tiene que ir vestido a distintos eventos u ocasiones, cómo se debe comer, tomar, cómo dirigirse a una persona, etc… lo que comúnmente en mi país llamamos: La urbanidad de Carreño. Estas normas, reglas por decirlo así,  vienen del siglo XVIII casi en el mismo periodo en que la Moda fue creada. Al buscar de qué tema escribir en el blog, me encontré con este artículo bastante interesante. Así que me dispongo a compartirselos. Como una nota adicional antes de continuar, irónico como la Francia del Siglo XVIII se veía tanta educación y elegancia pero a la final, era un desaseo increíble. En fin, bienvenidos a este blog y comenzamos…

Tan solo tres siglos, los europeos seguían comiendo con las manos. Así que no es de extrañar que el tenedor (que era considerado un objeto de diabólico lujo), fuera un objeto demasiado caro y que la grasa, a la hora de comer, pringara las mesas, vajillas y cristalerías más primorosos. Las familias más distinguidas. Para disimular el espectáculo, ordenaba a sus sirvientas pasar esponjas perfumadas con hierbas aromáticas entre plato y plato durante los banquetes.

Un poco por higiene y otro por respeto a los demás, en la mesa, a la hora de comer, siempre se ha hecho gala  de una cierta etiqueta, de un cierto decoro que es diferente para cada época. En todos los hogares, los niños han recibido clases intensivas de cómo comportarse en la mesa e ir por la vida. Para muchos resultada ser un suplicio, después de jugar y revolcarse por los suelos, hacer caso de todas aquellas observaciones que los niños consideraban en realidad como extravagancias y manías paternas.

«Ponte recto, no apoyes los codos sobre la mesa, no sorbas al tomar la sopa, no hables con la boca llena, límpiate antes de beber, ¿te has lavado las manos antes de sentarte?»—

Había que aprender desde utilizar correctamente la servilleta a saber manejar los cubiertos adecuados para cada ocasión. Bueno, cuando los había, porque aunque la cuchara ya se utilizaba en la Edad de Piedra, hasta el siglo XV no alcanzó popularidad y aún entonces era considerada como un verdadero artículo de lujo. Los holandeses comían con seis u ocho cucharas diferentes, una para cada tipo de salsa.

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La primera ilustración que se conoce del uso del tenedor en una mesa apareción en un manuscrito del Monasterio de Montecasino, en el año 1022. Importado a Roma desde Bizancio por algunos extravagantes mercaderes venecianos, cuando llegó el tenedor a Europa comenzó siendo un capricho de las familias ricas.

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Durante mucho tiempo el uso combinado de cuchillo y tenedor permaneció siendo una costumbre rara. Todavía en las crónicas del siglo XIV se consideraba digno de mención el hecho de que la esposa de Luis X de Francia utilizara tenedor para comer. Un manual de urbanidad del siglo XV describe gráficamente los modales que presidían las mesas de antaño: «Se coja la carne tan solo con tres dedos y no se introduzca en la boca con las dos manos», o también «Un niño bien educado no se suene la nariz con la mano que coge la carne».

Aún después la mayoría de los miembros de la realeza, incluidos Isabel de Inglaterra y Luis XIV de Francia, comían con los dedos. También sabemos que en 1897 los marineros de la Armada Británica comían sin cuchillo ni tenedor porque su uso se consideraba innoble.

Entre los nórdicos, la persona mñas destacada ocupaba el sitio de honor en la mesa, y los demás, por orden de categoría, se situaban a sus lados. Las damas se sentaban juntas, ocupando el centro la más importante. De la época de los trovadores sabemos que las damas y los caballeros ya se sentaba juntos, por parejas, y que comían y bebían del mismo plato y vaso. Y ahora, observen esta descripción de la época qué cosas se les enseñaba a los pajes medievales: «Nadie debe beber de la fuente, ni coger los manjares, morderlos y volverlos a dejar. Dos personas no deben usar la misma cuchara y nunca deben sonarse con el mantel ni echarse sobre la mesa, ni sentarse en cuclicllas ni apoyarse sobre los codos». 

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En Europa, más que en ningún otro lugar de Occidente el bon ton se lleva en la sangre. Se hereda de generación en generación. El primer texto escrito que se conoce apareció sin embargo en el año 1204 firmado por un judío converso español; mientras que en China, Confucio se había ocupado de la moral en el comportamiento varios siglos antes de Cristo. Pero volviendo a Europa, hay que decir que hasta el siglo XVI, coincidiendo con el esplendor de las monarquías, cuando la Corte protagonizaba la vida social, no se puede hablar de la existencia de la cortesía y la etiqueta social.

A partir de entonces, desde que el apretón de manos fue la primera regla de cortesía de acuerdo con los antropólogos; ha existido una evolución constante. Los europeos, con un beso en la mejilla o en la mano; los esquimales se abofetean o se frotan la nariz , y los tibetanos, levantando el sombrero con la mano derecha, mientras que la izquierda la colocan detrás de la oreja y sacan la lengua . De lo que se deduce es que cada cultura interpreta la cortesía como le parece.

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En el siglo XV la Corte española se escandalizó cuando el rey de Francia regaló a Isabel de Castilla unas medias de seda. ¿Cómo podía ser tan grosero al aludir de esa manera a la intimidad de la reina?, pensaron indignados. Por entonces las medias eran unos objetos que no estaban «bien vistos», no se podía jugar con ellas a la ligera. El monarca ni tuvo tacto ni estuvo a tono con la sensibilidad española.

Bueno con esta anécdota histórica los dejo por ahora. En el próximo post será la continuación de esta historia.

Gracias por leer!

@angieluthien 

@luthienfashion

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