
Continuando con este recorrido del Paradigma de la Bruja, me remitiré a dialogar acerca de la relación existente entre la categoría Bruja junto a la noción del nuevo mundo que llevarían a cabo los conquistadores, por consiguiente, los colonizadores españoles en tanto cumplirían con el propósito de invalidar las deidades amerindias femeninas, entre otros aspectos que rodeaban las cosmogonías en América.
El nuevo mundo, construido a partir del miedo y el terror de la mano de los colonizadores, crea una nueva economía colonial que hizo entender a la población local que los españoles habían llegado para quedarse y que el dominio de los antiguos dioses había terminado (Federici, 2020). A pesar de la máquina ideológica acompañada de la utilización de armas comunes (como el azote, la horca, el cepo, la prisión, la tortura, la violación y la imposición del vestuario, entre otros), la caza de brujas no pudo destruir la resistencia de los colonizados. Asimismo, en las religiones precolombinas existían miles de deidades femeninas, las mujeres habían tenido una posición de poder en aquellas sociedades y al llegar los españoles, redujeron esta posición al esclavismo femenino gracias a la misoginia y a la reestructuración económica y poder patriarcal implementada en los territorios amerindios.
Ahora bien, habrá que devolverse un poco y remitirse al concepto de la cacería de brujas, el cual, de acuerdo con Federici, se establece en primer lugar en la historia de los pueblos amerindios durante el proceso de colonización en donde se planteó las diversas formas de infundir terror, con base en la justificación de crear un nuevo mundo letrado y controlado desde un pensamiento moral, capitalista. Un nuevo mundo cercado por el miedo y la deshumanización racial que trató de destruir e intimidar a la población, quienes, a pesar de ello, especialmente las mujeres encontraron la manera en defender el antiguo modo de existencia (Federici, 2020) al oponerse a la nueva estructura de poder. Mujeres agricultoras, amas de casa, tejedoras, productoras de prendas, alfareras, herboristas, curanderas y sacerdotisas, todas ellas conservando un linaje que hasta el día de hoy no se ha podido quebrantar.

Es así como en alternancia con Europa, se va construyendo una narrativa inquisidora hacia lo desconocido, y se empiezan a escuchar palabras como “brujería”, “herejía”, “Diablo”, “Macho cabrío” y otra infinidad de significados que darán como resultado una ideología colonial en donde se crea un imaginario en torno a la bruja. En los territorios colonizados, estos conceptos no existían en el lenguaje ancestral ni en la cultura; es decir, estos fueron creados por individuos ajenos al territorio. Al no comprender y no entender que podría haber otra manera de ver el mundo, los colonizadores inician un proceso de exclusión a través de la creación de modelos etnográficos que categorizaron a los pueblos como razas monstruosas y adoradores del diablo.

Categorizar, etiquetar, crear identidades desde el miedo a lo desconocido ha hecho que el discurso colonizador no trascienda fronteras cognitivas, en tanto aún se sigue narrando una historia moral y construida desde un sistema capitalista patriarcal que a su vez ha sido el único lenguaje para relatar el mundo como lo conocemos, negando la posibilidad de descubrir otros modos de ver al ser humano.
Hasta aquí escribo por hoy, nos vemos en la próxima entrada al blog. Recuerden que recibo aportes de conocimiento, preguntas e inquietudes. Asimismo, pueden contactarme a través de mis redes sociales.
Saludos para todas y todos,